El gobierno cubano miente descaradamente porque, entre otras cuestiones, los influyentes comunistas que están representados en los democráticos parlamentos de América Latina y Europa le apoyan abiertamente con el manido argumento de que es un país agredido.
Al régimen castrista se le ocurrió la idea de indignarse nuevamente por las recientes denuncias publicadas en varios medios internacionales sobre los atropellos que ha perpetrado contra las Damas de Blanco y los opositores de Santiago de Cuba, fundamentalmente, ocurridos durante el último mes, y realizó un material audiovisual al estilo de siempre, el que exhibió ayer en el autodenominado Noticiero Estelar de Televisión, en horas de la noche, temeroso porque ocurran en la isla sucesos como los del norte de África.
Amnistía Internacional ha pedido dos veces a La Habana en estos días que cese la represión contra las indefensas mujeres que exigen la libertad de todos los prisioneros políticos en Cuba. Recordemos que hasta hace un año el régimen no los reconocía como tal y que gracias al gobierno español y a la iglesia católica fueron liberados y expatriados mas de cien junto a sus familiares.
¿Por qué si existen tantas contundentes pruebas de represión y acciones violentas contra los opositores en la isla, testimonios escritos y gráficos salidos de Cuba en las personas de las propias víctimas o a través de los periodistas de agencias internacionales acreditadas y de los independientes que están diseminados por toda nuestra geografía, el régimen cubano aún miente? O acaso también es una patraña que le hayan retirado al corresponsal del diario El País en La Habana, Mauricio Vicent, la acreditación para trabajar porque durante veinte años realizó parte de esos reportes que, según dicen, son mentiras.
Ayer un santiaguero residente en mi barrio me dijo que recibió noticias desde Palma Soriano y que «allí todo el mundo es de los derechos humanos» (disidentes), en referencia a las posiciones que han ido asumiendo gradualmente los pobladores de esa localidad del este del país, ante las dificultades de todo tipo que soportan desde hace años y por la falta de respuestas del envejecido gobierno de Raúl Castro. Esta información la corrobora el hecho de que hasta la logia «José Martí» de aquella zona es considerada rebelde, al estar separada de la Gran Logia de Cuba desde el año 2007.
Por eso enviaron allí a las tropas antimotines, como antes el régimen las utilizara en una escuela ubicada en la provincia Matanzas, para sofocar el amotinamiento de estudiantes de medicina pakistaníes. Para dar escarmientos ejemplarizantes.
Que bien, porque de haber ocurrido estas demostraciones populares hace ocho años atrás probablemente hubieran sido fusilados unos cuantos. No obstante, en el mundo existirían quienes felicitaran por su cumpleaños y desearan larga vida al sátrapa. Cuestiones de la democracia que no se sostienen en una discusión seria.
martes, 13 de septiembre de 2011
martes, 6 de septiembre de 2011
«El artista Pablo».
En sus presentaciones el cantautor Pablo Milanés parece otra persona. Descolla humildad y respeto por quienes le observan. Personalmente me decepcionó la tarde en que caminaba delante de mi, hace unos meses, al salir de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, momento en el que probablemente recibiera la visa para entrar en el territorio de ese gran país. La pelma y otras esencias que intuí en aquella ocasión no engañan.
Algunas de las declaraciones hechas por el popular creador en torno al primer concierto que ofreció hace unos días en Miami, contemplado en el proyecto de intercambio Pueblo a Pueblo, fueron desafortunadas. Expresar que no obstante a todo está de acuerdo con Fidel Castro debería bastarnos. Lo que pasa es que los cubanos, en sentido general, estamos seriamente afectados idiosincrática, cultural y políticamente -agravados gracias a los desvelos del Arquetipo de «Pablito»- y no aprendemos de una buena vez a lidiar con los retos que entrañan la vida moderna y a soslayar ciertas nimiedades.
Aquí no vale ahora adentrarse en los detalles sobre la indiscutible calidad artística del trovador, las que movieron a miles de personas desafiar a los desacordes extremistas miamenses y asistieron al histórico recital que, cabe decir, en la consumación de nuestro bienestar solo aporta puro efecto mediático. A Pablo si le vino bien todo esa algazara. En definitiva llegó, cantó y resolvió lo suyo, con todo el derecho que le confiere el amor al «arte» y por voluntad del Señor en cuyo nombre el intérprete se atreve hasta juzgar.
Muy mal parada, en mi opinión, terminó la imagen del «querido Pablo» con la aparición de su inelegante reflexión (carta abierta) en respuesta al periodista cubano Edmundo García, en la que confesó con madurez de Jeque –sentado a la entrada de su tienda, viendo pasar los cadáveres de sus enemigos- que las discrepancias que tiene con el gobierno y sistema cubanos «no implica que esté en desacuerdo con Fidel», entre otras candideces salidas por impulso desde lo insondable.
El ser humano Pablo Milanés pecó otra vez pero el artista comprometido estuvo a la altura de sus ídolos y admiradores, quienes, matizando, le han divinizado. Nada que ver con los más genuinos anhelos de la nación cubana.
Algunas de las declaraciones hechas por el popular creador en torno al primer concierto que ofreció hace unos días en Miami, contemplado en el proyecto de intercambio Pueblo a Pueblo, fueron desafortunadas. Expresar que no obstante a todo está de acuerdo con Fidel Castro debería bastarnos. Lo que pasa es que los cubanos, en sentido general, estamos seriamente afectados idiosincrática, cultural y políticamente -agravados gracias a los desvelos del Arquetipo de «Pablito»- y no aprendemos de una buena vez a lidiar con los retos que entrañan la vida moderna y a soslayar ciertas nimiedades.
Aquí no vale ahora adentrarse en los detalles sobre la indiscutible calidad artística del trovador, las que movieron a miles de personas desafiar a los desacordes extremistas miamenses y asistieron al histórico recital que, cabe decir, en la consumación de nuestro bienestar solo aporta puro efecto mediático. A Pablo si le vino bien todo esa algazara. En definitiva llegó, cantó y resolvió lo suyo, con todo el derecho que le confiere el amor al «arte» y por voluntad del Señor en cuyo nombre el intérprete se atreve hasta juzgar.
Muy mal parada, en mi opinión, terminó la imagen del «querido Pablo» con la aparición de su inelegante reflexión (carta abierta) en respuesta al periodista cubano Edmundo García, en la que confesó con madurez de Jeque –sentado a la entrada de su tienda, viendo pasar los cadáveres de sus enemigos- que las discrepancias que tiene con el gobierno y sistema cubanos «no implica que esté en desacuerdo con Fidel», entre otras candideces salidas por impulso desde lo insondable.
El ser humano Pablo Milanés pecó otra vez pero el artista comprometido estuvo a la altura de sus ídolos y admiradores, quienes, matizando, le han divinizado. Nada que ver con los más genuinos anhelos de la nación cubana.
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