martes, 23 de noviembre de 2010

«Al habla el eterno corrector».

En abril de1987 Fidel Castro Ruz dijo en la clausura del V Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas muchas cosas que hace apenas dos meses negó al declarar que «el modelo cubano ni siquiera nos funciona a nosotros».
En aquella ocasión expresó: «El socialismo, el comunismo, es algo muy distinto al capitalismo. En el capitalismo imperan las leyes ciegas, el imperio del más fuerte, la ley de la selva es la que rige en el capitalismo: el bobo desparece, se muere; el holgazán se muere o lo aplastan. No hay nada, no hay piedad en la sociedad capitalista; esa sociedad funciona por sí misma, con sus problemas, sus contradicciones, en virtud de leyes despiadadas.
El socialismo es una cosa diferente, en que el hombre no actúa por hambre, por desesperación, por temor a las terribles consecuencias dela falta de trabajo, a que se le muera la familia sin un médico, sin una medicina, sin una educación, ¡nada!; trabajar como un desesperado porque necesita una seguridad mínima. Así no puede funcionar el socialismo, así no se puede construir una sociedad comunista. El socialismo es una cosa diferente por completo, en que todo se basa, fundamentalmente, en la conciencia, en la solidaridad, la cooperación entre los hombres, la disciplina consciente, la lucha contra el individualismo, contra el egoísmo; tiene que organizarse, tiene que prepararse, tiene que exigírsele mucho moralmente a la gente. Entonces, es una lucha infatigable contra negligencias, irresponsabilidades, insensibilidades».1
Ditirámbico discurso, no es cierto. ¿Qué opinarán ahora aquellos congresistas, dónde estarán, qué harán en el futuro? Probablemente ellos no saben (tampoco yo sabía) que tras el fracaso de la zafra de los diez millones Fidel expresó frenéticamente: «La revolución les ofrece trabajo, sacrificio, lucha, la revolución al revolucionario no ofrece privilegios, los privilegios son para los blandos. Para los revolucionarios la historia solo tiene una cosa que ofrecer, la Patria solo tiene una cosa que ofrecer, sacrificio».2 ! Ñooo!
The Cuban model doesn’t even work for us anymore fue la polémica traducción de las palabras de Castro que el periodista estadounidense Jeffrey Goldberg publicó el pasado mes de septiembre. Ese ha sido, sin proponérselo, su mayor legado. ¡El de Fidel, amigos míos!

Notas:
1.-Por el camino correcto, compilación de textos de Fidel Castro, Editora Política, La Habana, 1987, pp.144-145.
2.-Cuba la bella, film de Ricardo Vega.

martes, 9 de noviembre de 2010

«Revelaciones mediáticas acerca del nazismo y el estalinismo».

El 27 de noviembre de 1925 el diario The New York Times publicó un artículo que en ese momento no recibió la atención que merecía. En el se comentaba sobre la existencia de una nueva organización política establecida en Alemania , el Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo (Nazi), liderado por Adolf Hitler, figura que, aunque le superaba, era comparable con la del «gran hombre» que fue Lenin, según palabras del futuro Ministro de Propaganda e Información de la organización, el Dr. Joseph Paul Goebbels. El Dr. Goebbels insistía en las tribunas, como vocero del partido, en la creencia de que Lenin y Hitler eran comparables.
Mientras José Stalin asesinaba a millones de sus compatriotas en la década del treinta del pasado siglo, Hitler observaba y aprehendía el método de aniquilar efectivamente a muchas personas, que posteriormente llevaría a la práctica con el holocausto. Los vínculos entre los dos «monstruos totalitarios» se estrecharon con la firma en Moscú del pacto de no agresión germano-soviético en la madrugada del 23 de agosto de 1939. El acuerdo contemplaba también la repartición de Europa.
En 1940 el Ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, Viacheslav Molotov, visitó en Berlín a Hitler para discutir el orden mundial de la posguerra. Al dirigirse de regreso al Soviet Supremo en el Kremlin, declaró que luchar contra la ideología nazi era un delito, voluntad que se publicó en los principales diarios del país. Esa y otra muchas declaraciones pro nazis del gobierno de Stalin desaparecieron de las librerías y bibliotecas públicas.
La glasnost emprendida por Mijaíl Gorbachov sacó a la luz todas estas y otras informaciones de la infausta era que comenzó con el ascenso de los bolcheviques al poder, dirigidos por el siniestro Vladimir Ilich Ulianov. Con esos paradigmas son incomprensibles y vergonzosas las faenas de los comunistas contemporáneos. El Primer Mundo, así como el resto de occidente, no deberían ladear la mirada ante la amenaza latente de los comunistas.

Fuente: La historia soviética, film de Edvins Snore.

«Fidel Castro, el comunismo y la mentira».

La carrera política de Fidel Castro ha estado marcada fundamentalmente por la ambivalencia, condición justificada por una singular tricotomía entre lo que piensa y dice y las acciones que realiza. El 13 de enero de 1959, en La Habana, declaró a la prensa: «Yo no soy comunista ni tampoco el movimiento, pero no tenemos que decir que somos anticomunistas para agradar al extranjero» (1). El 19 de abril de1959 pronunció en Washington, DC. un discurso en la Sociedad Norteamericana de Editores de Periódicos, en el que confesó: «Respeto al comunismo, solo puedo decirles una cosa: no soy comunista, ni los comunistas tienen fuerza para ser determinantes en mi país…» (2).
En su propia voz he escuchado las siguientes frases, en español e ingles, dichas también en 1959: «…el pueblo de Cuba sabe que el gobierno revolucionario no es comunista»; «I am not communist, I am not agree with communism»; «I have said very clear that we are not communist». Dos años después dijo en la Plaza de la Revolución «soy marxista leninista y seré marxista leninista hasta el último día de mi vida» (3).
El 3 de octubre de 1965, en una parte del célebre discurso pronunciado en el acto de presentación del novedoso Comité Central del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro expresó: «Mentira. ¿Quién ha escuchado nunca una mentira en boca de un revolucionario? Porque son armas que no benefician a ningún revolucionario, y ningún revolucionario serio tiene necesidad de acudir a una mentira nunca; su arma es la razón, la moral, la verdad, la capacidad de defender una idea, un propósito, una posición» (4).
¿Por qué empleó ésa retórica? No hay dudas de que en esa ocasión se refirió a si mismo en un alarde de poder de convencimiento de la masa. Recordemos también que en esa intervención fue que leyó la supuesta carta de renuncia y despedida de Ernesto (Che) Guevara. Hoy conocemos y podemos decir con certeza que en aquel momento Fidel Castro mintió descaradamente. O patológicamente.
Todos esos argumentos, que revelan probables trastornos en la personalidad de Fidel Castro, han sido objetos de análisis por parte de innumerables especialistas. Al respecto, el escritor Serge Raffy hizo un estudio serio que concluyó en el libro Castro el desleal, en el que relata la vida del personaje desde la temprana infancia, revelando detalles que refuerzan a muchos de los diagnósticos publicados.
La trascendencia de las mentiras de Fidel Castro estriba fundamentalmente en la decadencia en que se encuentra sumida la sociedad cubana y en la destrucción física de nuestro país. Cuba, detenida en el tiempo por obra del totalitarismo, se debate actualmente entre la defensa a ultranza del comunismo ortodoxo y la deriva hacia formas superiores al modo de Viet Nam y China.
El veterano comandante le respondió el pasado mes de septiembre al periodista Jeffrey Goldberg que el modelo cubano es disfuncional. Días después declaró que “no dijo lo que dijo”. ¿Verdad o mentira? Esa fue y es la cuestión medular en la existencia del comunismo y el castrismo.
(1)Así lo dijo Fidel.1959-2006. Colección las Américas, 2006.
(2)Ibíd.
(3)Ibíd.
(4)Castro, Fidel. Discursos. La Habana: Editorial de ciencias Sociales, 1976.

jueves, 4 de noviembre de 2010

«Original sin copia».

El secreto de la asombrosa prosperidad de China se remonta al año 1978, en el comienzo del gobierno de Deng Xiaopin, quien sustituyó a su muerte al legendario Mao Zedong. En esa época, 18 familias de la provincia de Anhwei pactaron a espaldas del partido comunista la división de su granja colectiva en parcelas individuales, para disfrutar de los beneficios de su trabajo particular. El hecho fue informado al Jefe de Estado, quien ordenó que no les detuvieran para observar como funcionaba. Lo que ocurrió fue que las cosechas se duplicaron y aumentaron los ingresos. Deng reconoció que ese era el camino correcto.
La observancia de la actual situación en Cuba y la referente de China indican claramente que el gobernante cubano le está haciendo burlas a su pueblo. Los futuros desempleados no tienen la más mínima posibilidad de prosperar decentemente con su trabajo en el sector privado. Al menos mientras existan el desconocimiento por parte del Estado de las propiedades individuales, la inaccesibilidad de los productores a materias primas asequibles y los draconianos impuestos decretados.
El «poco a poco» al que ha apelado Raúl Castro para introducir su proverbial reforma económica nada tiene que ver con la seriedad que requiere insertarse definitivamente en el «rebaño electrónico» y participar de la globalización, asumiéndola no como mera opción, sino como una realidad que existe. El atraso tecnológico es quizás el mayor obstáculo que la isla debe sortear. Este punto del análisis nos remite nuevamente a la total responsabilidad que le atañe a la Revolución, cuya subsistencia depende, según el General, de los conocimientos y convencimiento de la clase obrera.
La Central de Trabajadores de Cuba (CTC), el sindicato único manejado por el partido comunista, le está prestando al temeroso régimen cubano un servicio invaluable con la mediación en el despido de más de un millón de empleados. Los desplazados isleños, por añadidura, no tendrán siquiera las mismas opciones que tuvieron los amigos del país-continente asiático. El sueño de una «democracia económica» para Cuba se desvanece ante la opresión totalitaria.

«Golpe de suerte».

Me persiguen los comentarios negativos sobre la forma en que no pocos comunicadores expresamos nuestras ideas y los acontecimientos que nos tocan vivir a diario. Vienen de un selecto grupo al que he denominado «los moderados». Como justificació les digo que no somos los culpables de que Cuba haya ido perdiendo durante los últimos cincuenta años el matiz.
También, debo ratificar que, en un país como el nuestro, todo el malestar que afecta al pueblo lo ocasiona el Estado, que es el que todo lo tiene y descontrola. El pasado lunes, por ejemplo, fui a reservar un boleto de ómnibus para ir a visitar a mi hijo. Esa aparentemente sencilla gestión también se torna para nosotros en una pesadumbre.
Les cuento. Me levanté ese día a las cinco de la mañana y salí de casa a las 5 y 30. Llegué a la agencia de reservación, ubicada en la Calzada de 10 de Octubre, a unos 10 Km de distancia, 45 minutos después. Ya a esa hora –algunos afirmaron que durmieron en el lugar- más de treinta personas esperaban la apertura de la oficina que debió hacerse a las 8 y 30 de la mañana. Pasada esa hora una empleada salió a repartir unos tickets según el orden de las colas (filas).
En ese momento empezó el jaleo en la que me encontraba (se hace otra para reservar boletos de tren) provocado por algunos despistados y por personas que se dedican a vender los de marras. A las nueve de la mañana me entregaron el ticket -lo juro- con el número 33, para reservar a partir de las 11:00 horas porque no clasifiqué en el primer grupo.
Me fui al Vedado a atender otro asunto y regresé faltando quince minutos para las once. Finalmente nos permitieron entrar a las 11:35 horas. Cerca del mediodía me tomaron el pedido pero, como no tengo teléfono en mi domicilio, tuve que esperar a que confirmaran mi espacio en la agencia central, ubicada en la Terminal de Ómnibus Provincial. A partir de ese momento es cuando uno se percata de que la intención de viajar fue una mala idea.
Por fin, pasadas las dos de la tarde, tenía un boleto con destino Aguda de Pasajeros en el bus de Cienfuegos (provincia Cienfuegos). Conste que por acá, a pesar de los pesares, muchos opinarán que para mí el de hoy fue un día dichoso.