El pasado 22 de abril, al mediodía, entregué en la Contraloría de la República de Cuba una carta dirigida a la Licenciada Gladys María Bejerano Portela, Contralor, denunciando por enésima vez las molestias relacionadas con las indisciplinas sociales que cometen algunos de los empleados de la oficina del Ministerio de la Agricultura que se encuentra ubicada desde hace seis años contigua a nuestra vivienda.
La pachanga perpetua y la cháchara en plena jornada laboral son hechos que pueden confirmarse con una escueta pesquisa, que definiría la prescindibilidad de esa entidad estatal, sita en calle 10 No. 8 e/ 1ra y 5ta reparto Alkázar, municipio Arroyo Naranjo, La Habana, un enclave en el que pulula la chabacanería y la corrupción.
Los efectos indeseables de la presencia en nuestro entorno de la nefasta oficina -probablemente algunos los consideran subjetivos- se han incrementado en las últimas semanas debido a la indolencia manifiesta de las autoridades de la Unidad Municipal de Higiene y Epidemiología y del Consejo de la Administración de Arroyo Naranjo.
La chispa que me impulsó a hacer público este hecho fue que al llegar a la Contraloría, cerca del mediodía, la custodio de la puerta principal dormitaba dentro de la garita. Al llamarle me invitó a que entrara e indicó la casona donde, dijo, me atendería la recepcionista.
La recepcionista estaba entretenida haciendo algo con una computadora. Le pregunté si ella recibía la correspondencia y me respondió que si. Cuando le entregué la carta la tomó con desgano, preguntando “¿y esto qué es?”. Finalmente, se percató. Le solicité un comprobante de recibo y me espetó que solo me firmaría una copia de la carta, como hacen comúnmente en innumerables entidades estatales. Fui preparado, asi que Yaquelin (la recepcionista) firmó que recibió la carta el 22/4/11 a las 11:45horas, según su reloj.
martes, 26 de abril de 2011
martes, 5 de abril de 2011
«Cuba: El Bgan perdido y la supuesta unidad nacional».
Ayer el sainete de la televisión cubana Las Razones de Cuba reveló la ocupación por parte de la contrainteligencia cubana de un equipo Bgan, que supuestamente estaba en poder del intelectual disidente Raúl Capote, devenido agente Daniel de los órganos de la seguridad del estado. El sugerente título del último capítulo exhibido, Fabricando un Líder, no pudo estar peor figurado. Capote es realmente la antítesis de un líder. Por otra parte, debo confesar que me dolió mucho conocer la pérdida del sofisticado equipo, convertido desde hace unos meses en protagonista estrella de las «filtraciones» y otras cosillas audiovisuales emanadas del régimen. ¡Ah, la Internet! El argumento de la unidad nacional es, por mucho, un tema de mayor relevancia. El gobernante cubano podría incitar a todo el pueblo a hacer un Grand Tour por las inmediaciones de la Seccion de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, o por las embajadas de España, Italia, Alemania y México, por solo citar algunas sedes diplomáticas, para que percibieran in situ el hecho de que millones de compatriotas desean emigrar o, al menos, fantasean con la idea. Pasados dos años de la reducción del presupuesto nacional y las importaciones, la situación económica en la isla continúa en estado crítico y no es precisamente por culpa de EE.UU o de la Unión Europea. Ahora mismo se ultiman los detalles para celebrar multitudinariamente el aniversario 50 del anuncio oficial del carácter socialista de la Revolución –ya conocemos que Castro engañó al pueblo cubano y al mundo al negar que era comunista- y por los hechos ocurridos en Bahía de Cochinos, en la provincia Matanzas. Desde hace varios días se están realizando los ensayos del aparatoso acto en la Plaza de la Revolución y para ello se movilizan (desvían) decenas de ómnibus diariamente para transportar a los participantes. Súmenle a esos gastos las meriendas gratuitas, la electricidad que consumen los equipos de audio, los salarios de los técnicos y obreros que, finalmente, ya se ha reconocido que cuestan mucho dinero. Resulta que ahora, en el marco de «austeridad» que nos ciñe, hasta la represión es onerosa. El pasado 16 de marzo el oficial del Departamento de Seguridad del Estado que me interrogó por participar en una protesta ante la sede de la Organización de Naciones Unidas en La Habana se lamentó por los gastos que conllevan el enfrentamiento a los opositores. Los despliegues de autos de la Policía Nacional Revolucionaria y otros vehículos, el uso de celulares, las «atenciones» que dispensan a los detenidos en las mazmorras, etc., son los causantes del desvelo de los sesudos del siniestro departamento. ¡Los servicios represivos en Cuba son gratuitos, pero cuestan!, dirían. Como los de salud. Y todo eso sucede porque un grupito de felones no quiere ceder sus poderes, apelando cínicamente a la más viciada demagogia y a la desde hace mucho tiempo disipada unidad nacional.
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