martes, 5 de abril de 2011

«Cuba: El Bgan perdido y la supuesta unidad nacional».

Ayer el sainete de la televisión cubana Las Razones de Cuba reveló la ocupación por parte de la contrainteligencia cubana de un equipo Bgan, que supuestamente estaba en poder del intelectual disidente Raúl Capote, devenido agente Daniel de los órganos de la seguridad del estado. El sugerente título del último capítulo exhibido, Fabricando un Líder, no pudo estar peor figurado. Capote es realmente la antítesis de un líder. Por otra parte, debo confesar que me dolió mucho conocer la pérdida del sofisticado equipo, convertido desde hace unos meses en protagonista estrella de las «filtraciones» y otras cosillas audiovisuales emanadas del régimen. ¡Ah, la Internet! El argumento de la unidad nacional es, por mucho, un tema de mayor relevancia. El gobernante cubano podría incitar a todo el pueblo a hacer un Grand Tour por las inmediaciones de la Seccion de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, o por las embajadas de España, Italia, Alemania y México, por solo citar algunas sedes diplomáticas, para que percibieran in situ el hecho de que millones de compatriotas desean emigrar o, al menos, fantasean con la idea. Pasados dos años de la reducción del presupuesto nacional y las importaciones, la situación económica en la isla continúa en estado crítico y no es precisamente por culpa de EE.UU o de la Unión Europea. Ahora mismo se ultiman los detalles para celebrar multitudinariamente el aniversario 50 del anuncio oficial del carácter socialista de la Revolución –ya conocemos que Castro engañó al pueblo cubano y al mundo al negar que era comunista- y por los hechos ocurridos en Bahía de Cochinos, en la provincia Matanzas. Desde hace varios días se están realizando los ensayos del aparatoso acto en la Plaza de la Revolución y para ello se movilizan (desvían) decenas de ómnibus diariamente para transportar a los participantes. Súmenle a esos gastos las meriendas gratuitas, la electricidad que consumen los equipos de audio, los salarios de los técnicos y obreros que, finalmente, ya se ha reconocido que cuestan mucho dinero. Resulta que ahora, en el marco de «austeridad» que nos ciñe, hasta la represión es onerosa. El pasado 16 de marzo el oficial del Departamento de Seguridad del Estado que me interrogó por participar en una protesta ante la sede de la Organización de Naciones Unidas en La Habana se lamentó por los gastos que conllevan el enfrentamiento a los opositores. Los despliegues de autos de la Policía Nacional Revolucionaria y otros vehículos, el uso de celulares, las «atenciones» que dispensan a los detenidos en las mazmorras, etc., son los causantes del desvelo de los sesudos del siniestro departamento. ¡Los servicios represivos en Cuba son gratuitos, pero cuestan!, dirían. Como los de salud. Y todo eso sucede porque un grupito de felones no quiere ceder sus poderes, apelando cínicamente a la más viciada demagogia y a la desde hace mucho tiempo disipada unidad nacional.

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