martes, 20 de julio de 2010

«Vendaval sin rumbo». Por Juan Mario Rodríguez.

Con profunda indignación recibimos el pasado mes la noticia de que Cuba fue electa miembro del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). La isla, desde 1952, ha sido cuna de tiranos y arena donde subyace la filosofía de la muerte.
El espaldarazo al régimen de La Habana llegó en un momento crítico. La decadencia del organismo global, permeado por voluntades y chantajes políticos, tendrá, una vez más, fatales consecuencias.
¿Cómo pudieron confiar la vicepresidencia en el Consejo de marras a la representación de una de las mas sangrientas dictaduras de todo el hemisferio, la misma que reconoció en 1959, en la propia sede de la ONU, en voz de Ernesto (Che) Guevara, el hecho de haber desatado una ola de terror donde los encarcelamientos y los fusilamientos ejemplarizantes marcaron las pautas del derrotero de los futuros dirigentes barbados? «Si, hemos fusilado y seguiremos fusilando…» dijo en aquella ocasión, sin que le temblara la voz, el comandante argentino.
Los reportes diarios de violaciones de los derechos fundamentales de la persona humana que ocurren en Cuba no bastan para que el flamante Consejo abra los ojos ante la realidad isleña. La manifiesta ingenuidad e incredulidad del organismo internacional, la insensibilidad ante el dramático caso cubano, dice mucho sobre la integridad de la institución que ha desatado una nueva situación de crisis que conduce inevitablemente a su reordenamiento.
Hoy, como en la primavera del 2003, el régimen de La Habana está tratando de minimizar el impacto de la repulsa internacional por la represión a los disidentes y opositores dentro de la isla, esta vez, con el seguimiento apocalíptico de la actual crisis en el Oriente Medio y con el reciente anuncio de la liberación en un plazo de cuatro meses de los 52 prisioneros de conciencia miembros de la Causa de los 75, encarcelados injustamente en la llamada Primavera Negra.
Ni siquiera hay que ser escépticos, cautelosos o incrédulos ante el anuncio que tantos elogios le depararán al gobierno español y en especial a su canciller, el caballero Miguel Ángel Moratinos. Usando sus propias palabras –las del régimen- estamos ante la representación de un «guión» que, infructuosamente, pretende borrar la figura del mártir Orlando Zapata Tamayo, eclipsar la presencia de las valerosas Damas de Blanco -el único grupo de presión que, después del Movimiento Cristiano Liberación con el lanzamiento del Proyecto Varela, ha hecho tambalear al régimen-, así como tender una cortina de humo para que no solo la Unión Europea, sino el bloque de países miembros de la ONU enfoquen sus miradas hacia otros escenarios mundiales.
Las últimas palabras de este libreto escrito a dos manos inducen a una única reflexión: la democratización de la isla es un asunto que quizás se ha tomado en cuenta pero que, sin dudas, todavía demora un poco.
Lo que está ocurriendo hoy en Cuba responde a la ejecución de una deliberada operación con fines mediáticos.
¿Qué pasará con los otros 115 reconocidos presos políticos que sufren injustamente en las mazmorras castristas y con las leyes que estipulan el encarcelamiento por ejercer las libertades fundamentales de la persona humana en esta isla?

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