martes, 2 de agosto de 2011

«¿Por qué no despega la agricultura cubana?».

El principal argumento es el hecho de que el Estado es dueño y señor de la tierra, aunque ideológicamente se prometió entregarla a quienes la trabajaban tan temprano como se hizo público el alegato castrista La historia me absolverá, en 1953. Otra documentada promesa incumplida, esta en el marco abstracto de la exclusión del latifundio.
El Ministerio de la Agricultura (MINAGRI) es una descomunal e inoperante creación burocrática del régimen para detentar la tierra. Su función (http: //www.cubagob.cu) es: «El Ministerio de la Agricultura es el organismo encargado de dirigir, ejecutar, en lo que le compete y controlar la política del Estado y del Gobierno…», tareas que hasta la fecha se arroga a pesar de la ruina económica que forzó al General a exteriorizar que o rectificamos o nos hundimos.
El desplome del sector agropecuario, que en 2010 se fijó en 2,8 por ciento, está sujeto, además, al éxodo masivo de los campesinos hacia pueblos y ciudades. El lineamiento 197 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución aprobado en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, establece «desarrollar una política integral que contribuya a la repoblación gradual del campo…». Lo que no contempla es la garantía de las libertades fundamentales -en principio la propiedad de la tierra- para que los campesinos emprendan de manera íntegra y provechosa sus labores.
La debacle de la agricultura cubana no comenzó con la aparición del llamado Período Especial en la década del noventa del pasado siglo. En Cuba, La Revolución: ¿Mito o realidad? (Península, 2006) el encumbrado escritor cubano Carlos Franqui resume notablemente en el acápite La Ley de Reforma Agraria -memorias de 1959- que «lo que estaba ocurriendo era prácticamente la paralización del cultivo, la destrucción de la riqueza, el canibalismo, la burocratización».
Indigna tener que convivir con una improvisada oficina del MINAGRI y constatar diariamente parte de las causas del desastre agroalimentario nacional. Las funciones de la entidad estatal se sustraen a la contabilidad minuciosa desde un mondo árbol frutal hasta la más rasa planta de verdura. Los planes de producciones que se establecen detrás de los burós son otros de los disparates asociados, que únicamente generan la mala calidad de los frutos y la corrupción. La estructura de marras cuenta hasta con un Departamento de Distribución, subordinado a la vicepresidencia análoga del Consejo de la Administración del municipio capitalino Arroyo Naranjo, el cual opera (distribuye) solamente uno o dos días cada semana.
Indigna conocer, también, que, aún cuando el Centro Nacional de Control de la Tierra reconoce que el 80 por ciento de los usufructuarios «realizan por primera vez labores agrícolas» y que solo el 77 por ciento de la tierra entregada ya se encuentra en explotación debido a las dificultades (plagas de marabú y otras malezas) en el acondicionamiento, hayan sido despojados mas de 9000 nuevos beneficiarios por supuesto deficiente aprovechamiento de sus parcelas, en tanto una legión de parásitos escamotean sus salarios del sudor de los peones del campo.
La senda campestre a seguir en Cuba la trazó hace 33 años un grupo de valientes campesinos cooperativistas chinos, quienes decidieron dividir secretamente la parcela estatal y explotarla individualmente. Enterado Den Xiaoping, consintió que continuaran con el furtivo experimento. Al cabo de uno pocos meses los resultados que obtuvieron fueron muy satisfactorios. Ese era el camino, expresaría complacido el líder comunista.
La reintroducción en Cuba del beneficio como preámbulo capital de la vida económica se impone fundamentalmente en el sector agrario. La inerte política gubernamental, así como el exceso de controles post congreso continuarán frenando los posibles avances en el indispensable ramo. En medio de toda esta situación no se podría negar que Revolución y producción tampoco riman.

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