La guapería llegó a nuestra América con los conquistadores españoles. Tomado del vocablo latino vappa,que significa también hombre vil y vagabundo,los guapos en moda son los que sobran en la geografía de la Cuba contemporánea.
Las concentraciones urbanas traen como consecuencia el incremento de la delincuencia. En el Toledo y la Sevilla de mediados del siglo XV español operaron organizaciones delincuenciales tales como la mítica Garduña, que se arguye originaría la Camorra italiana, en las que los guapos tenían funciones de sicarios. No obstante, se estima que para el año 1300 bandidos que pululaban en las montañas españolas llegarían a la península itálica.
En Cuba hubo negros curros, como popularmente se designa a los de Andalucía. Aquellos libertos criollos dados a las pendencias, junto a los esclavos recién liberados, se hacinarían en los inoperantes barracones, prototipos estos de los horrorosos solares, cuarterías y ciudadelas, originarias a su vez de los barrios marginados que perduran en la isla.
Los mayores nos contaban que un solo policía de la tiranía de Fulgencio Batista controlaba cualquier suburbio de La Habana, ante cuya autoridad no había espacio para la guapería. Después de 1959 han existido y aún existen sectores en los que la Policía Nacional Revolucionaria no se aventura por temor o desidia.
El periférico municipio capitalino Arroyo Naranjo es, en ese ámbito, de lo peor en el país, superado por el también metropolitano municipio 10 de Octubre, el más densamente poblado de Cuba. Los repartos Mantilla, Fraternidad, Párraga, La Güinera, El Rosario, Vieja Linda, Los Pinos y Poey son los más graves en cuanto a hechos delictivos se refiere. El matonismo, otra de las consecuencias derivadas de la exclusión que sufren estos escenarios, está intrínsecamente asociada a la drogadicción, el alcoholismo y a la práctica de ritos afrocubanos como el Abakuá.
En una ocasión cuestioné a un primo, que dice ser guapo, el por qué apenas existen ñáñigos (abakuá) anticastristas o disidentes. La respuesta que obtuve fue una rotunda evasiva. Viene al caso exponer que en otro momento, estando de viaje en un atestado camello (legendario metrobus), un anciano le espetó sin temor a un joven abusón que no la emprendiera contra él, sino contra quienes le sustentaban con apenas siete libras de arroz despachadas por la libreta de racionamiento, una jocosa alusión al gobierno que motivó risas entre los pasajeros.
La marginalidad en Cuba se ha incrementado en los últimos cincuenta años. Se infiere entonces que pobreza y marginalidad no son efectos exclusivos del capitalismo salvaje. Los repartos arroyenses previamente señalados, hay que aclarar, están poblados actualmente, en buena medida, por personas venidas de todas partes de Cuba, fundamentalmente del extremo este, buscando mejores oportunidades de vida. El estribillo de una popular guaracha oriental dice /Se acabaron los guapos en Yateras/, una localidad guantanamera caracterizada por la violencia social al igual que la villareña (villaclareña) Sagua La Grande.
Cual práctica siniestra relacionada con la «guapería», en Arroyo Naranjo ha aparecido la que llaman «corrida de toros», que consiste en la persecución y agresión, fundamentalmente con armas blancas, hasta matar a cualquiera que se atraviese en el camino de grupos de maleantes salidos a las calles con tal propósito, según narraron vecinos de Los Pinos, donde hace casi un mes fuera ultimado salvajemente un joven a manos de tres adolescentes.
El triunfo de la Revolución no logró el mejoramiento de la disuelta sociedad cubana. En 1980 el régimen intentó purificar el país comprometiendo el cuasi familiar puente marítimo Mariel-Florida con la inclusión forzosa de cientos de forajidos sacados involuntariamente de las cárceles. Se impone, en estos tiempos, la creación intramuros de resquicios que lleven a la erradicación de políticas y conductas bárbaras. Pasados cincuenta años todavía hay mucho que hacer.
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