miércoles, 4 de febrero de 2009

Pompas del fracaso.Por:Juan Mario Rodríguez.

Si los sistemas de salud y educación cubanos fuesen tan maravillosos como pregona el régimen de La Habana, entonces no existieran los hospitales y farmacias solo para turistas, ni escuelas a las que catalogan de “referencia nacional”, que no son más que algunos pocos centros museísticos diseminados por la isla, dotados con capital humano idóneo y un mínimo de condiciones materiales con que no cuentan las demás.

A ésos lugares van a parar muchos afligidos foráneos invitados por el Partido Comunista, que hacen la vista a un lado para no apreciar la dimensión del desastre nacional -consecuencia de medio siglo de ausencia de libertad y fallidas estrategias económicas- para que a su vez vayan por medio mundo repitiendo con grandilocuencia lo mucho que les dijeron y cuenten la grandeza de lo poco que observaron.

En Cuba, en sentido general, los servicios están colapsados: Las cafeterías, los restaurantes, los bares, las tiendas en pesos y pesos convertibles (CUC), los cines, los talleres de reparaciones y servicios comunales, el transporte con todo y lo que ha mejorado. Casi todos los establecimientos estatales que prestan algún servicio adolecen de materiales y medios para satisfacer las crecientes demandas de una población que no encuentra otras alternativas, como pudieran ser las privadas, porque el Estado no concede licencias para realizar ésas labores. Por otra parte, funcionarios, especialistas y empleados, con su falta de educación formal y ética, hacen de los servicios una esfera totalmente contaminada.

Los servicios de salud y educación no son la excepción. Aquí, por ejemplo, hay estomatólogos que trabajan por cuenta propia (en sus casas) a quienes no les faltan ni materiales ni tiempo para prestar las atenciones que les reportan lucrativas sumas, abonadas por pacientes muy complacidos. Hacerse una prótesis dental con uno de éstos especialistas, por ejemplo, demora unas 72 horas y cuesta entre 10 y 15 CUC por cada pieza necesaria. En las clínicas estatales, por su parte, el tiempo de espera para ser atendido puede demorar varios años.

La situación en las escuelas es un tema que requiere más de un profundo análisis y medidas enérgicas que frenen la corrupción y el fraude escolar rampantes existente. Hace dos meses, mientras viajaba en un autobús, escuché a varios alumnos de una escuela tecnológica que discutían con gran naturalidad sobre lo que pagarían a sus profesores para ser aprobados en los exámenes de algunas asignaturas. Entre ellos, destacó uno que no estaba dispuesto a pagar más que 5 CUC por la aprobación, según expresó a viva voz.

Juro solemnemente que a finales de la década del setenta del pasado siglo, cuando cursé la enseñanza secundaria, jamás presencié algo remotamente parecido. Lo alarmante es que la actual situación está extendida a toda la capital. Si tomamos en cuenta que en Ciudad de La Habana habita un cuarto de toda la población nacional (doce millones), que el 50 % los profesionales – más bien amateurs- de la educación son maestros emergentes, los “valientes” halagados por Castro, y que muchos fueron traídos de las provincias del este del país, entonces, podemos concluir, el desparpajo involucra a no poca gente, abarcando, de una manera u otra, una parte importante del territorio nacional.

El resultado de una educación deficiente se palpa a diario en cada rincón del terruño. El pasado 21 de enero, cerca de las 11:00 horas, una dependiente de la cancha ubicada bajo el domo de la heladería capitalina Coppelia le preguntó al expendedor de su área sobre uno de los sabores que ofertaban. El trabajador estaba conversando y no le escuchó. La empleada se dirigió a la nevera, metió la mano y tomó con los dedos una pequeña porción de helado, comiéndola sin pudor delante de todos. De esa manera supo que el helado era de coco y no de vainilla. El jefe de área, conciente de que “así no” se actúa, prometió darle un buen “tirón de orejas”. Todavía deben estar allí, en aquella instalación que es un foco de hepatitis, porque las escudillas en las que sirven el helado al público son plásticas.

Se pudiera decir mucho más. El gobierno totalitario, minado por la ineficiencia, se va quedando sin los argumentos de antaño, sin el aire necesario para insuflar las pompas que le eleven otros 50 años.

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