lunes, 29 de junio de 2009

«La rivalidad y protagonismo del militarismo en Latinoamérica». By Juan Mario Rodríguez.

Nuestros pueblos de América viven una vez más el accionar de los militares contra el proceso normal de la democracia en la región. El presidente de Honduras, José Manuel Zelaya, sufrió ayer un golpe de Estado y fue conducido de manera forzosa hacia Costa Rica.
Los medios de comunicación cubanos han cubierto el suceso de manera verdaderamente trascendental. Es la misma Cuba donde un grupo de poder ha gobernado durante cincuenta años, un periodo al que los palabreros del régimen consideran «democracia verdadera». En Cuba las leyes revolucionarias no solo disminuyen, sino que anulan los derechos de los ciudadanos. En Cuba no se puede opinar diferente a lo que dicta el gobierno comunista. En Cuba hay cientos de presos políticos, opositores al gobierno, por el solo hecho de hacerlo pacíficamente. En Cuba no hay espacio público para que los opositores ejerzan sus derechos libremente.
A pesar de ello y con pleno conocimiento sobre esta insostenible situación, el presidente hondureño reafirma que es un demócrata y ha dicho, henchido de orgullo, que es amigo personal de Fidel Castro, el dictador que lo hizo por casi medio siglo en nuestro amado país, responsable del escape de millones de compatriotas hacia todos los confines del mundo y de que cientos de miles de personas hayan perecido en combate, en los paredones de fusilamiento o tratando de cruzar el estrecho de la Florida camino hacia los Estados Unidos.
El hecho de que Hugo Chávez siguiera los patrones de sus mentores cubanos y haya desestabilizado nuestra área geográfica comprando armas a Rusia y España para materializar el anhelo de tener su propio ejército, además de propugnar el socialismo del siglo XXI, que no es más que un intento para que renazca el Fénix de las cenizas del leninismo y el estalinismo, ha estimulado en buena medida el resurgimiento del tristemente célebre «gorilismo» latinoamericano. Podemos decir que lo que sucede en Honduras es un caso típico de causa y efecto.
¿Qué hace Cuba en estos tiempos de crisis con uno de los ejércitos más numerosos de toda América? ¿Por qué el presidente Hugo Chávez, palabrero mayor, no descartó la posibilidad de emprender acciones militares si su representante en Honduras era agredido por los militares golpistas y, posteriormente, la Mesa Redonda desmintió que el bolivariano haya hecho semejantes declaraciones?
No existe, con seguridad, un solo guión de los hechos ocurridos en Honduras, como cínicamente afirmaron ayer en la transmisión especial del habitual espacio de la televisión cubana. Esperemos que algún día ocurra la desclasificación del guión del ALBA (Alternativa Bolivariana de las Américas).
El militarismo en la nueva era sigue identificándose con los peores instintos de la especie humana y como un obstáculo latente en el cauce de la democracia. Superarlo es una tarea que debe involucrar a las derechas e izquierdas de nuestros pueblos de América.