lunes, 24 de agosto de 2009

«41 aniversario de la Primavera de Praga».Por Juan Mario Rodríguez.

El puente más antiguo de Europa se encuentra en Praga. El dictador más viejo del mundo vive aún en Cuba, disfrutando a buen recaudo su record del ser humano que más tiempo ha ejercido el poder en la era moderna.
Precisamente la República Checa es el país europeo al que los demócratas cubanos deben las mayores muestras de solidaridad contra el régimen despótico de La Habana. Esa, que conociera muy bien las atrocidades del estalinismo cuando -en medio de la que se conoce como Primavera de Praga- el 21 de agosto de 1968 los tanques soviéticos enviados por el dirigente Leonid Brezhnev pisotearan las calles de la capital, violando la autodeterminación de sus habitantes al negarles la posibilidad de instaurar en el país un socialismo con rostro humano.
El satélite Cuba (Castro) apoyó la invasión ordenada por la gran estrella del comunismo y potencia de la Guerra Fría, la extinta URSS que Gorbachov desmanteló para bien de la humanidad, quedando disuelta oficialmente en la Navidad de 1991 por el recién creado Congreso de Diputados del Pueblo.
La caída del Muro de Berlín en 1989 repercutió también en Checoslovaquia, terminando la hegemonía comunista el 29 de diciembre de ese año con la elección de Vaclav Havel como presidente. Sin embargo, las diferencias entre los dirigentes checos y eslovacos terminaron con la disolución de la federación checoslovaca y la creación de la República Checa y la República Eslovaca en enero de 1993. Havel fue elegido presidente de la República Checa ese mismo año y reelegido por otros cinco años en 1998.
El protagonismo de los checos y eslovacos en el apoyo a la causa de la libertad de Cuba ha sido atacado por los compañeros de viaje de la isla que se desgasta intentando minimizar una realidad que no tiene marcha atrás, pasados veinte años de la desaparición de un sistema (comunismo) que ha legado a la especie humana calamidades solamente comparables a las sufridas en el holocausto.
Cuba y el socialismo del siglo XXI continúan una marcha forzada hacia el desastre. El 12 de febrero de 1974, día en que Alexander Soljenitsin fue detenido por el siniestro KGB soviético para ser privado de la ciudadanía y expulsado de la URSS, había escrito un artículo cuyo título viene a colación: «!No se puede vivir en la mentira!». Utopía parece ser una categorización demasiado ingenua.

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