lunes, 1 de marzo de 2010

«Debate versus Catarsis». Por Juan Mario Rodríguez.

Rescate de la cultura del debate, pero dentro de la Revolución, donde no caben los argumentos de los contrarrevolucionarios, fue el asunto abordado en Sitio del Arte, espacio de la televisión cubana exhibido la pasada semana, en el que varios intelectuales nacionales expresaron sus puntos de vista desde una posición netamente parcializada.
Es poco serio que unos intelectuales propicien un coloquio en el que previamente se ha concluido lo que realmente es positivo o reprochable, sea cual fuere el tema. En este caso, es obvio que la sugerencia del Partido Comunista de Cuba llega como una bofetada. ¿Realmente creen los comisarios comunistas de la televisión cubana que el inconexo lanzamiento al aire remonte vuelo hacia el entendimiento entre cubanos? ¿Cuentan los señores que mandan en Cuba con el concurso de todos los cubanos que viven lejos?
Los castristas no son precisamente los más autorizados para inducir y menos conducir el futuro debate que revitalice a la nación cubana. Debate es democracia, porque «la democracia es una discusión». En ella caben todos, como anhelaba José Martí. Las exclusiones, justificadas ahora con el manido argumento de ser catárticas, develan el rostro dogmático de los embaucadores marxistas-leninistas de la isla.
Filosofía tabernaria pudiera ser el calificativo que se le endilgue a la exhibición vista en la televisión, de la que se pudo prescindir abruptamente en el mismo momento en que una voz en off transmitía, sin pudor, su sentir contra los disidentes con el discurso «revolucionario». ¿Quiénes pretenden entonces sean los participantes en los debates que mejoren la sociedad cubana? ¿Considerarán acaso los castristas que los análisis unilaterales a los que están adaptados caben dentro del marco de lo que se considera un verdadero debate? ¿Acaso siquiera han calado en lo más profundo de lo que debate significa?
La ignominiosa posición de la nomenklatura comunista, enseñada al calificar de catárticos los reclamos de opositores y disidentes, la manifiesta y malsana voluntad de marginar a los que de manera coherente manifiestan el sentir de la mayoría del pueblo cubano, ilustra a todas luces el desprecio que los castristas albergan por los valores democráticos y los elementales derechos de la persona humana.
No confío en la sinceridad de este llamamiento a debate, primeramente porque la disidencia no está convocada. De hecho, aquí hay que rescatar, por sobre todo, la libertad y la democracia. Del lado de los convocantes el eco de las palabras suena como las balas de ayer. Los micrófonos aparecen como los fusiles. Las improvisadas tribunas se erigen como una suerte de paredones. En ese marco siniestro el debate está condenado de antemano.
Los castristas están previniendo pasar por el estadio de «terapia schock» que inevitablemente les viene encima, a medida que la desintegración de todo el sistema se hace más evidente. La situación de la economía global, que mucho nos afecta, se ha encargado de dar el tiro de gracia al sistema instaurado en la isla. Son muy pocos los que mantienen intacta la adhesión al régimen, comprometidos o temerosos -muchos mas los segundos- , conformando un colectivo no ya catártico, sino realmente histérico, ideológicamente agotado.