jueves, 2 de septiembre de 2010

«Ocurrió en el solar de los inocentes». Por Juan Mario Rodríguez.

El pasado lunes fue publicada una entrevista concedida por Fidel Castro al diario La Jornada, en la que el dictador cubano se responsabilizó por la criminal persecución y concentración forzada en campos de trabajo de centenares de homosexuales en la década del sesenta. Las tristemente célebres Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) se encargaron a partir de 1965 de marcar para siempre con sangre y fuego a un sector de la sociedad cubana que la Revolución marginó siguiendo las mas estrictas ideas comunistas.

Según el diario mexicano, Castro no manifestó arrepentimiento alguno por aquellos hechos terribles y tampoco pidió, como se espera, el perdón de las víctimas y familiares. Solamente se justificó de la manera en que también podrían haberlo hecho Adolfo Hitler, José Stalin, Mao Sedong o Augusto Pinochet respecto a los momentos en que les tocó vivir a cada uno.

La irremisible culpabilidad asumida por el comandante, no obstante, excluye a los opositores políticos, a los llamados desafectos (disidentes) y fieles religiosos que también sufrieron durante casi tres años en el infierno que supuestamente moldearía a las “lacras” sociales en el hombre nuevo del futuro en Cuba.

La personalidad antisocial de Fidel Castro, agravada por estrés post traumático, le aleja de un criterio serio y de responsabilidad objetiva para asumir todos los crímenes cometidos por el régimen. Los encarcelamientos y fusilamientos, la compulsión al éxodo masivo sufrida por los cubanos a partir de 1959, tendrán que surgir más temprano que tarde como lo que fueron y serán siempre: injusticias tremendas. ¿Acaso los demás culpables de la nomenkalatura se someterán a la extrema asunción?

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