El pasado lunes fue publicada una entrevista concedida por Fidel Castro al diario La Jornada, en la que el dictador cubano se responsabilizó por la criminal persecución y concentración forzada en campos de trabajo de centenares de homosexuales en la década del sesenta. Las tristemente célebres Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) se encargaron a partir de 1965 de marcar para siempre con sangre y fuego a un sector de la sociedad cubana que la Revolución marginó siguiendo las mas estrictas ideas comunistas.
Según el diario mexicano, Castro no manifestó arrepentimiento alguno por aquellos hechos terribles y tampoco pidió, como se espera, el perdón de las víctimas y familiares. Solamente se justificó de la manera en que también podrían haberlo hecho Adolfo Hitler, José Stalin, Mao Sedong o Augusto Pinochet respecto a los momentos en que les tocó vivir a cada uno.
La irremisible culpabilidad asumida por el comandante, no obstante, excluye a los opositores políticos, a los llamados desafectos (disidentes) y fieles religiosos que también sufrieron durante casi tres años en el infierno que supuestamente moldearía a las “lacras” sociales en el hombre nuevo del futuro en Cuba.
La personalidad antisocial de Fidel Castro, agravada por estrés post traumático, le aleja de un criterio serio y de responsabilidad objetiva para asumir todos los crímenes cometidos por el régimen. Los encarcelamientos y fusilamientos, la compulsión al éxodo masivo sufrida por los cubanos a partir de 1959, tendrán que surgir más temprano que tarde como lo que fueron y serán siempre: injusticias tremendas. ¿Acaso los demás culpables de la nomenkalatura se someterán a la extrema asunción?
jueves, 2 de septiembre de 2010
«Ocurrió en el solar de los inocentes». Por Juan Mario Rodríguez.
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