jueves, 2 de diciembre de 2010

«Aleatorio destino de cosechas en Arroyo Naranjo».

La oficina del Ministerio de la Agricultura que está ubicada contigua a mi domicilio todavía es un atractivo centro de trabajo. En el se labora poco, se devengan salarios aceptables y se resuelve. No obstante, algunos no valoran adecuadamente esas prebendas.
La pasada semana participé en una discrecional reunión ejecutiva en dicha entidad, cuyo asunto fue la solución que se debía tomar respecto a las pérdidas que ocasionaron al Estado el supuesto rechazo sufrido por una carga de papayas que, claramente, no se aprovechó totalmente por una razón de mayor peso: negligencia.
La funcionaria que atiende la distribución se abrió con la Directora y hasta entonó un mea culpa, dispuesta a resarcir el daño, pero aquella, consolatoria, le comunicó a la perdularia que por esta vez encontraría una solución que no afectara ningún bolsillo, no sin antes darle un oportuno verbal tirón de orejas.
El cargamento de frutas había sido depositado sospechosamente en un domicilio ubicado en frente, no así en la ya citada oficina -de múltiples usos- como hacen siempre, al parecer por una repentina desconfianza en los custodios del centro. Cuando los suculentos frutos comenzaron a madurar se trasladaron a cuentagotas hacia otros destinos. Después vendría el episodio de la increíble reunión en la que tomé parte.
Hay que aclarar que la institución les compra a los campesinos de la localidad las cosechas y posteriormente las distribuyen a mercados agropecuarios, hospitales y otras instituciones estatales, una función mediadora en la que están involucrados delegados, economistas y licenciados, que arriban a la oficina para trabajar y relajarse visiblemente, exponencialmente lo segundo. También, hay que decir que no es la primera vez que ocurren negligencias de este tipo: hace algún tiempo, según una economista de la entidad, un cargamento de boniato arrojó una pérdida por valor de unos veinte mil pesos.
A eso es lo que conlleva el hecho de que aún existan tantos burócratas revolviéndose entre la paupérrima producción agrícola nacional. El jueves último, en horas de la tarde, observé como dos hermosas papayas maduras se retiraban deliberadamente de la oficina en manos de sendos empleados. Cosa curiosa, uno de ellos era la disponedora funcionaria negligente.Pero bueno, no haremos leña del árbol caído porque la repartición de papayas entre los empleados y allegados de la oficina fue ostensible.
Quien parte y reparte siempre toma la mejor parte, reza un añejo refrán. ¿Quién paga? Voy a responderme con una frase que expresara el actual Primer Secretario del Partido Comunista de la provincia Santiago de Cuba en un reportaje (Santiago al garete) realizado para el Noticiero de la Televisión por el periodista Israel Hernández Planas que, por contundente, nunca se publicó: “no hay sistema” .

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