Clientes esperaban hoy en la mañana en La Palma.
Todas las mañanas en las pescaderías estatales de la capital se puede apreciar un espectáculo singular: interminables filas de clientes que esperan el surtido de croquetas de..., elaboradas y distribuidas por la empresa PRODAL del Ministerio de la Industria Alimentaria.
Croqueta, según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), del francés croquette, es una porción de masa hecha con un picadillo de jamón, carne, pescado, huevo, etc., que, ligado con besamel, se reboza en huevo y pan rallado y se fríe en aceite abundante. Suele tener forma redonda u ovalada.
La calidad del producto criollo, me consta, suele ser pésima. Inspectoras del Ministerio de Salud Pública detectaron al menos en una ocasión trazas de heces fecales en croquetas de pollo elaboradas por la empresa PescaMar, que se vendieron en el mercado del complejo Galerías de Paseo, perteneciente entonces a la extinta corporación CUBALSE.
La pescadería de la localidad La Palma, ubicada en el periférico municipio Arroyo Naranjo, en mi opinión, es uno de los escenarios más inquietantes. Desde hace algún tiempo me proponía comentar e ilustrar con imágenes lo que allí ocurre antes, durante y después del arribo del codiciado alimento, devenido plato fuerte en las mesas de los hambreados cubanos.
En este caso, la masa de estas croquetas está elaborada (sin cárnicos) a base de harina de trigo con sabor impreciso. Los paquetes contienen diez unidades y cuestan cinco pesos moneda nacional. Las ventas han aumentado dramáticamente con la aparición de cientos de cafeterías y puestos expendedores de alimentos ligeros privados, a partir de la autorización gubernamental para el trabajo por cuenta propia en el mes de octubre del pasado año.
En esta isla kafkiana, donde se le han tributado homenajes gráficos a una vaca lechera y hasta algunas guayaberas, la croqueta salvadora contrapuntea por un sitial en la memoria de nuestro gustoso pueblo. La Habana, digo yo, pudiera ser justamente el enclave idóneo.