jueves, 26 de mayo de 2011

«La verdad que niega el socialismo».

Socialismo es, además, represión, encarcelamiento y asesinato de opositores y disidentes. Prestigiosos historiadores han documentado que más de cien millones de personas han perecido en el mundo víctimas del sistema comunista. En Cuba, cerca de cien mil personas han muerto a partir de 1959 en los paredones y las mazamorras castristas, así como en el estrecho de la Florida intentando llegar a tierras de libertad.
Socialismo es, también, destrucción y retrogradación. Una breve ojeada a la infraestructura nacional no deja lugar a dudas. En esta hora, pasado más de cincuenta años abrazados al comunismo, cientos de miles de cubanos reciben el servicio de agua proveído únicamente por camiones cisternas. El déficit habitacional de Cuba se estima en casi doscientas mil viviendas.
La agricultura cañera de nuestros días es comparable con las de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, en que las producciones de azúcar rondaban el millón de toneladas. Las producciones de carne de vacuno, huevos y leche, a pesar de las promesas castristas, aún no satisfacen las demandas de todo el pueblo. Esas carencias, sin dudas, las debemos al socialismo.
Socialismo es enajenación. La aplicación en Cuba del modelo que propugna el igualitarismo trajo como consecuencia el atraso, la vagancia y la corrupción. Por otra parte, los ciudadanos más dignos y capaces sucumben ante el escapismo o el exilio. Estas cuestiones pueden constatarse viviendo en Cuba a lo cubano.
El socialismo será siempre la eterna duda sobre las reales posibilidades humanas de vivir en una sociedad en la que prime el ensayado hasta la saciedad y siempre fracasado colectivismo. El sistema comunista, que se ha probado científicamente es contrario a la naturaleza humana, sigue siendo, no obstante, la máxima aspiración socialista.
El afán forjado en la frase «un mundo mejor es posible», salida cínicamente del corazón de la tiranía castrista, solo será palpable en un orbe en el que nos abracemos a la fe y la verdad en Dios y Jesucristo. Los impertinentes socialistas que históricamente han preconizado por todo el mundo tener la solución mítica para los problemas del hombre fracasaron estrepitosamente. Socialismo es antagonismo, rencor y muerte.

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