miércoles, 21 de octubre de 2009

«Malintencionado y bochornoso servicio mediático» Por Juan Mario Rodríguez.

El noticiero de la televisión cubana del mediodía no decepcionó ayer a quienes reconocemos y manifestamos abierto descontento por su cómplice labor desinformativa. Menos de un minuto le tomó a la conductora Mariuska Díaz anunciar que Raúl Castro recibió al Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación de España, Miguel Ángel Moratinos, sin dudas una noticia de suma importancia para todos los cubanos – en mi modesta opinión, la más relevante del ámbito nacional en las últimas 24 horas. Los demás detalles publicables del encuentro, por ejemplo, la voz del Ministro, hay que enmarcarlos también dentro del secretismo del régimen.
A la noticia le siguió la lectura de la reflexión del día escrita por el «Compañero Fidel», que se extendió a casi 10 minutos. Todo ello acontecido en el Día de la Cultura Nacional.
Por la Web circula desde hace varios días una carta del actor cubano Armando Tomey, en la que critica sin reparos al contumaz ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión), institución que, como el propio Estado, atraviesa una profunda crisis.
Desde el pasado 9 de octubre varios comunicadores comunitarios están plantados en el domicilio del líder opositor Vladimiro Roca, porque el Departamento de Seguridad del Estado (DSE) quiere impedir la realización de un taller de capacitación. Aislamiento, amenazas e incautaciones son algunas de las medidas que en nombre del socialismo del siglo XXI han llevado a cabo para reprimir la legítima actividad ciudadana.
A qué teme un gobierno para que necesite que en cada minuto del día solamente lleguen al pueblo a través de los medios de difusión masiva las supuestas muestras de incondicionalidad que se escenifican desde cada rincón de la geografía nacional y hasta allende.
En su Diccionario del Pensamiento Martiano Ramiro Valdés Galarraga no incluye siquiera una frase relacionada con el vocablo información. Esa es, también sin dudas, una curiosidad. No obstante me aferro a terminar con una de las joyas de Martí, compiladas en el citado texto: “¡Maldita sea la inteligencia que incapacita a la otra de hacer cundir la obra del corazón!” (T.4, p. 336.)

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