lunes, 9 de noviembre de 2009

«Dos decenios de libertad». Por Juan Mario Rodríguez.

Hace veinte años viví uno de los más trascendentales acontecimientos de la historia de la humanidad. La caída del muro de Berlín nos sorprendió a todos en Fürstenwalde, una pequeña ciudad alemana localizada al este de la capital de ese país, en la que, a pesar de la tremenda repercusión, el hecho fue acogido tranquilamente por nacionales y extranjeros.
En el combinado de neumáticos Pneumant, la fábrica insigne de la industria química de la RDA (Republica Democrática de Alemania) donde laboramos cooperantes cubanos, polacos y vietnamitas, y en la que alguna vez lo hicieran también argelinos y checoslovacos, las actividades no se detuvieron empero.
Por los noticieros nos enteramos de que en la sureñas ciudades de Leipzig y Dresde se escenificaban multitudinarias marchas pacificas en contra del sistema desde varios fines de semanas antes de la caída del muro. Lo más violento que ocurrió en aquellos días de tensión, según las noticias, fue la rotura de los cristales de la fachada de la estación central del ferrocarril de Dresde.
Aquella fue, como se ha denominado, una verdadera revolución de terciopelo. Las sucesivas destituciones de Erich Honecker y Egon Krenz al frente del partido y del Estado, y la dimisión en bloque del Consejo de Ministros y el Buró Político del SED, simbolizan el principio del fin de toda una era: el colapso del sistema comunista en el mundo.
Por aquella época la mayoría de nuestro colectivo estaba enfrascada en los preparativos de regreso a Cuba, a causa del término del contrato establecido -cuatro años de estudios y trabajo- entre los dos gobiernos, miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) del bloque de países comunistas, bajo la égida de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ello, unido a la satisfacción por la superioridad del nivel de vida en la RDA y a la represión conjunta de la Dirección General de Inteligencia (DGI) cubana y la Stasi alemana, conspiraba contra la toma de conciencia sobre la realidad que estábamos viviendo.
Nuestra existencia se centraba en el arduo trabajo, la compra de artículos deficitarios en la isla y en la posibilidad de materializar el sueño de llevar a casa una motocicleta. Para los alemanes, quienes nos mantenían al margen -en sentido general- del acontecer político interno, obviamente, la situación era muy diferente.
A la apertura de los pasos fronterizos en Berlín la noche del 9 de noviembre de 1989 le siguieron las primeras elecciones libres de la RDA el 18 de marzo de 1990 y la firma del «Tratado 2+4» el 12 de septiembre de 1990, en que se acordó la disolución del estado comunista, ocurrida oficialmente el 3 de octubre de 1990. Han pasado veinte años y los alemanes aún celebran el acontecimiento.

1 comentario:

  1. ¡Hola! Mayi, ¿como estas?
    Muy bueno este escrito sobre Tú experiencia personal sobre el derrumbe del muro de Berlin y el efecto domino que este proboco.
    Saludos, Eduardo.

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